
Cuando yo era niña, en mi
casa había unas revistas de gran formato que eran acerca de la China. No sé
quien las compraría ni por qué, el caso es que me llamaban mucho la atención.
Las revistas tenían montones
de fotos donde aparecían muchos niños y jóvenes, perfectamente vestidos,
maquillados y formados ya fuera en eventos musicales, culturales o deportivos.
Todo tenía mucho color y la gente se veía super organizada.
También me llamaba la
atención las fotos de las calles. Grandes plazas, todo limpio y muchos murales
en las paredes. Estos murales tenían cosas escritas que (traducidas en la
leyenda) hablaban acerca de la patria, el trabajo, la cultura. La mayoría de
las imágenes de esos murales eran personas representando médicos, soldados,
obreros, campesinos y todos tenían mirada soñadora y determinada (viendo al
futuro supongo) y ropa muy parecida. Además siempre aparecía el retrato, sobre
fondo rojo, de un señor llamado Mao que parecía omnipotente y omnipresente, que
lo controlaba todo.
Ayer tuve un “dejá vú”
cuando pasé por cerca del Barrio Adentro 2, que está en Chuao, y ví unos
murales parecidos a los de las revistas chinas de mi infancia (sin las calles
limpias). Era el mismo estilo de rostros, salvando las diferencias en la forma
de los ojos y color de la piel. Me quedé esperando ver a Mao.
Recordé lo que aprendí
después acerca del Ejército Rojo. Inclusive me llegaron imágenes de una
película (creo que se llama “El Violín Rojo”) donde la cultura universal (no
tradicional china) fue arrasada y desterrada. Recordé la película “Ni uno
menos” y pensé que niños de esos pueblitos nunca aparecieron en las fotos de
aquellas revistas.
Pensé en si ese era el
camino que nos tocaba (un maquillaje para las revistas y el resto tan mal como
siempre). Quise que todo eso se pudiera saltar, para llegar a la imagen de la
China moderna de hoy día.
Y, con cierto susto, miré
hacia el edificio de la UNEFA para ver si seguía ahí la gigantografía con la
imagen inmensa de Chávez y el fondo rojo, tan parecida a la de Mao.